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La muerte de Piñera y la pervivencia del octubrismo: una breve reflexión personal y sentimentaloide

Protestas violentas el 18 de octubre de 2019
Santiago, octubre de 2019 (Esteban Felix / AP)

Cuando veo ciertos posts e historias de conocidos en Instagram (me imaginaba lo que me podía encontrar al ingresar el día en que moría el ex presidente Piñera, pero igual), resulta evidente que la mentalidad “octubrista” sigue viva en la mente de muchos perdidos, sobre todo de aquellos trasnochados que se han inventado una historia épica de resistencia y represión totalitaria, de lucha heorica y violación sistemática de derechos humanos -por cierto con personajes maniqueos-, que solo existió en sus cabezas.

Creo que hay cuestiones que no son políticas, sino humanas. Y cuando uno indaga en las mentes pequeñas de aquellas personas, se da cuenta del fracaso existencial que los atormenta y que intentan aplacar recurriendo a vías de escape sencillas como la envidia, la politización excesiva de la vida o el uso desmedido de las redes sociales (peor cuando las tres cosas se juntan, que suele ocurrir).

Lamento mucho ver posts e historias de gente a quienes he conocido y que en persona me dieron una impresión mucho mejor -al menos hasta antes del 18 de octubre de 2019- de la que actualmente proyectan en redes.

Si he de ser honesto, me deprime un poco que esa enfermedad de la mente y el alma llamada “octubrismo” aún perviva entre algunos de mis coetáneos. No nos engañemos: existen. Con todo, me reconforta saber que, más allá de ámbitos como el mundo del arte y la “cultura” (a muchos de quienes la palabra le queda gigante), o incluso el jurídico en que me formé (en que uno esperaría algo más de preparación, pensamiento crítico y civilidad), son los menos. Creo que la mejor muestra de eso son los diez pelagatos que parecían pastabaseros o punketas que no se bañan hace un año y que el martes salieron a “celebrar” a Plaza Italia para luego saquear locales ceranos.

Insisto: me alegra que, en lo global, el alma nacional sea una cosa completamente distinta. Sin embargo, no puedo dejar de sentir algo de lástima al ver esos posts e historias de gente con quienes he compartido en diversos contextos y que me parecen, moralmente hablando, cada vez más distantes.

Ojalá la perspectiva del tiempo les diera algo de madurez, al menos cívica.