Skip to content

Junio 2022

De la “comunicación” en la era de las comunicaciones

Aseguran que el mundo está cada vez más unido, que se está creando una relación fraternal al acortarse las distancias, al transmitirse los pensamientos por el aire. ¡Ay, no deis crédito a semejante unión entre las gentes! Al entender la libertad como un aumento y un rápido alivio de las necesidades, [los hombres] alteran su propia naturaleza, pues alimentan muchos deseos y costumbres estúpidos y carentes de sentido, muchas fantasías disparatadas. Viven solo para envidiarse mutuamente, para el deleite y la arrogancia.

Fiódor Dostoyevski, 1880.

El catastrófico panorama actual de Latinoamérica…

…tras la reciente elección en Colombia del ex guerrillero, Gustavo Petro:

Infografía: AFP | Adaptación: Johanna Mellado, Emol

Cabe recordar que, al momento de publicar esta infografía, Quito se encuentra bajo ataque, como parte de lo que ya constituye a estas alturas una verdadera tradición latinoamericana: me refiero, por supuesto, a los sistemáticos intentos de derrocamiento de gobiernos de centroderecha por la vía violenta. Asimismo, todo parece indicar que Brasil se encuentra a solo una elección presidencial de volver a caer en manos de la izquierda “de inspiración bolivariana”.

Supongo que es cierto lo que dicen por ahí: emigrar a otro país de Latinoamérica es como cambiarse de camarote en el Titanic.

Oda a la vieja Web

No hace falta estar muy versado en materia de diseño o programación para darse cuenta de que -al menos en el momento en que se publican las presentes líneas- este sitio posee una estructura y appeal  bastante… “peculiares”.

Los más cínicos podrán decir que pareciera que fue hecho a la rápida, sin un ápice de cariño y conocimiento o simplemente por un vago (en cualquier caso esto último tiene bastante de cierto). Los más perspicaces advertirán que se trata de un esfuerzo consciente por replicar el estilo de la Web de hace 20 años.

Aquella era una buena época para internet. No necesariamente porque “todo tiempo pasado fue mejor” -aunque reconozco mi indiscutible sesgo nostálgico-, sino por verdaderas razones de peso (ya veremos que esto último es, además, literal). Ciertamente no era perfecta y en no pocos aspectos era incluso peor que la actual. Así y todo, el balance termina favoreciendo a la vieja internet.

Y es que en la Web de hace 20 años no existían conceptos como Google Ads, SEO y monetización. Ingresabas a un blog como este y no tenías que enfrentarte a un pop-up insoslayable con un mensaje estúpido de un autómata con cara de payaso y corte caribeño, tipo “mentalidad de tiburón”, convencido de que por utilizar un lenguaje asertivo y falsamente cercano caerías rendido a sus sabios pies: “Hola, ¿cómo te encuentras? Espero que excelente. Te agradezco tu visita. ¿Quieres aprender de marketing? ¡Suscríbete aquí, que quiero compartir contigo los 10 mejores secretos del mercado! Además recibirás gratis mi e-book sobre coaching y plantación de pepinos etc.”.

Una F por los buenos tiempos.

En la Web de hace 20 años, una inocente y verdaderamente artesanal antes que comercial, imperaba un espíritu de genuina camaradería, curiosidad, experimentación y aprendizaje -solo se conectaban los que más o menos sabían lo que hacían-, no uno de explotación económica y vigilancia promovido inocente e inconscientemente por gente que tal vez jamás debió conectarse a internet.

En la Web de hace 20 años, los ligeros y funcionales sitios de la red de redes tardaban minutos en cargar, sí, pero por la lentitud de las conexiones telefónicas, no porque aquellos estuvieran diseñados por soy-devs millennials, fanáticos del bloatware yempecinados en crear adefesios que, para poder mostrar un mero título, un texto de 500 caracteres y un par de imágenes, terminan pesando 20 MB a puro Javascript, cookies, trackers y demás basura, incluso -sobre todo- cuando se trata de la web corporativa de ciertas empresas que dicen adorar el “minimalismo”.

(Aprovecho de asumir, no sin algo de vergüenza, que este sitio web no es más que una pobre emulación visual hecha con WordPress y una plantilla propietaria, pues aún me falta mucho HTML y CSS por aprender. Con todo, no tengo problema en reconocer esto último. Estudié derecho, no informática, y cuando chico me la pasaba leyendo cosas, no jugando con la terminal en un PC pre Intel Pentium. Además, también salía a la calle a correr con los vecinos en vez de encerrarme a jugar Dungeon and Dragons en el sótano con amigos imaginarios.)

Como sea, el objetivo de este post no es detallar todas las razones por las que el internet de antes era mejor que el actual (para eso desvariamos en un podcast completo por una hora), sino evocar ese zeitgeist virtual noventero-dosmilero, explicar un poco el razonamiento detrás de la decisión estética de quien escribe, y animar a quien se interese por dicha estética y ese viejo espíritu ciber-aventurero a indagar un poco más en el universo de cierta movida actual, un tanto desconocida pero bastante fascinante…

Grandes bloques de concreto

Hay gente del ámbito del diseño web que, en un arranque de verdadera creatividad y esnobismo, ha osado denominar al movimiento actual que busca emular esa vieja estética Web como “brutalismo”, tomando prestado el concepto, evidentemente, desde la arquitectura, el modernismo y el trabajo de Le Corbusier.

No soy el primero en plantear mis dudas sobre el concepto puesto que, al margen del razonamiento que supuestamente habría detrás -una suerte de analogía en cuanto a las estructuras crudas y funcionales-, la verdad es que poco tienen en común la arquitectura de edificios setenteros erigidos en Europa del Este y el diseño de sitios web que muchas veces hasta se exceden en lo barroco, rayan en lo kitsch y resultan ser un verdadero festival de flashes y colores, con GIFs chillones que podrían desatar un ataque de epilepsia a cualquiera, y con títulos en WordArt cuya utilización más allá de las portadas de trabajos escolares debiera estar penada por ley.

Bien hecho, camarada programador. El Secretario del Partido estaría orgulloso.

Otros hablan simplemente de la small web: una suerte de ecosistema invisibilizado por los grandes buscadores, los algoritmos y el exceso de ruido que, relegado a un oscuro rincón de internet, existe y se mantiene por y para aficionados nostálgicos que, como yo, extrañan esa vieja Web y sus valores de forma y fondo.

Más allá de la denominación, lo cierto es que esta tendencia, minoritaria o no, existe y es una a la que vale la pena echarle un ojo. Por ello, además de diseñar el pequeño y patético tributo digital en el cual estas líneas son publicadas, quisiera compartir algunos recursos modernos para al menos infartar a cualquier ñoñomayor de 30, con una buena sobredosis de nostalgia.

Algunos recursos y referencias

Blogs y sitios web personales

Servicios

La entrada a las puertas del cibercielo.

Manifiestos a favor de webs más simples

Bonus track

Del minimalismo

Es importante hacer una distinción a la luz de estos ejemplos. Como podrá apreciarse, un sitio web moderno pero diseñado al estilo noventero no necesariamente es sinónimo de sencillez, limpieza visual o “minimalismo”. Ya hemos visto que una web hecha antes del cambio de milenio perfectamente puede pesar unas meras decenas de KB y, en lugar de lucir una prístina y elegante concatenación de letras negras en Times New Roman sobre un fondo blanco con apenas uno que otro hipervínculo a la vista, parecer una obra colorinche parida por Andy Warhol después de recibir las explosiones multicolores de una docena de huevos paridos -esta vez literalmente- a través de la vagina de Milo Moiré.

Por otra parte, un sitio actual con una estética “minimalista” tampoco es  necesariamente uno liviano y sencillo como los que se programaban hace veinte años. Pregúntenle si no al mencionado creador de Pinboard y experto en el tema, Maciej Cegłowski; malamente un fan del trabajo hecho por los diseñadores y programadores de apple.com con sus decenas de megabytes a cuestas, sus ridículamente gigantes e incómodos espacios en blanco y su elegante chickenshit minimalism, al que, de hecho, define como: “the illusion of simplicity backed by megabytes of cruft”.

Se trata, en definitiva, de dos cosas diferentes, pero estrechamente relacionadas y que muchas veces se cruzan.

Pirámide alimenticia de un diseño web saludable (© idlewords.com)
Cómo es en la realidad (© idlewords.com)

Ahora bien, gran parte de lo que pueda rescatarse de este artículo tal vez no pase de ser una cuestión  lúdica y nostálgica, es cierto. A ratos puede parecer estimulante perderse por horas y horas navegando en una red de hipervínculos, directorios y webrings. Después de todo, ¿quién necesita sentir aquellos aromas campestres asociados a los secretos culinarios de nuestras abuelas, cuando el simple GIF de un obrero de la construcción tirando pala o un MIDI de 8 bits puede retrotraernos rápidamente a nuestra más tierna infancia?

También existen, desde luego, las conclusiones eminentemente prácticas: aquellas que desde las cada vez más remotas tierras del sentido común nos dictan y recuerdan que los sitios web debiesen volver a diseñarse y programarse con miras a cumplir ciertas metas: reducir el peso; disminuir los tiempos de carga; podar los trackers, ads y demás porquería digital. O en simple, nada más debiesen volver a diseñarse y programarse con miras a cumplir un único y gran principio: complacer al usuario de internet y hacer su vida lo menos frustrante posible.

Sin embargo, me parece que hay algo más que rescatar desde el espíritu y la piel de esa vieja Web; algo tal vez un poco más profundo y profundamente filosófico. Estoy pensando en el valor, incluso artístico, del minimalismo. Pero del auténtico minimalismo, no de la prostituida sombra conceptual en plan New Age sobre la que hoy se escriben libros de autoayuda y miles de blogs.  Hablo de la fotografía purificadora y terapéutica de Michael Kenna; de la literatura pulcra y podada como un bonsai que puede encontrarse en un haiku o incluso en el paradójicamente elaborado estilo de Hemingway.

Muchos podrán dar fe de que uno de los ejercicios más difíciles en cualquier manifestación artística es dejar afuera, soltar; aprender cuándo enough is enough y a decir “basta”. Como clamaba Steve Jobs -no me pierdo la ironía-: “Simple can be harder than complex: You have to work hard to get your thinking clean to make it simple. But it’s worth it in the end because once you get there, you can move mountains.” Hacer del “menos es más” de Van der Rohe una guía práctica más que un lugar común es complejo y probablemente uno de los estadios finales en cualquier sendero creativo. Pero el resultado paga: la satisfacción obtenida, aunque no sea el objetivo, resulta terapéutica y adictiva. Y para el espectador también.

© lifeseven.com

Diseñar o programar una web, creo, no es distinto. Como en la fotografía, como en la literatura, como en el cine o cualquier otra manifestación creativa, es importante aprender a dejar solo lo esencial, a encaminar la mente y el espíritu -o más bien apaciguarlos- a dejar de lado las aprehensiones y las obsesiones, a descubrir qué es lo esencial.

Las palabras de un gran programador -y filósofo- en su presentación dirigida a colegas, sobre el estado actual de la web, resultan inspiradoras:

I want to share with you my simple two-step secret to improving the performance of any website.

1. Make sure that the most important elements of the page download and render first.

2. Stop there.

You don’t need all that other crap. Have courage in your minimalism.

Maciej Cegłowski

Cómo hacer una mesa de centro-librero artesanal con materiales reciclados

Las bellas cosas de factura artesanal calientan el corazón. El calor de las manos  se transfiere a las cosas.

Byung-Chul Han

Materiales:

  • Un pallet
  • Vidrio triple
  • Vidrio doble
  • Cuatro cajones de madera
  • Ocho ruedas con base para muebles
  • Diez escuadras de fijación pequeñas
  • Tornillos
  • Clavos
  • Lija

Instrucciones:

1. Lijar cada centímetro de superficie lijable del pallet y los cajones.

2. Clavar los cajones sobre el pallet, en posición horizontal y con las caras abiertas hacia “afuera” o hacia los lados. (También se podrían dejar los cajones en posición vertical, lo que les daría mayor apariencia de patas y dejaría más espacio para meter libros con lomos más altos, sin embargo, como mesa de centro la superficie quedaría demasiado arriba.)

3. Atornillar dos ruedas en cada cajón, en las caras que quedan mirando hacia “arriba”. Pueden ser más o menos ruedas, de menor o mayor tamaño en cada caso, pero deberán aguantar el peso de todo el aparataje -pallet, cajones y libros-. Además el peso debe quedar bien distribuido.

4.Voltear el mueble. Medir el espacio rectangular que queda en el “nivel inferior” e insertar un vidrio con las medidas justas. Aquí usamos vidrio transparente tradicional de grosor doble. Menos que eso no recomendaría y más me parece un gasto innecesario.

5. Medir el ancho y largo del pallet. Instalar encima otro vidrio con las medidas adecuadas. En este caso usamos vidrio triple por razones obvias.

6. Atornillar las escuadras de fijación pequeñas en el pallet. Deben sostener las esquinas del vidrio superior y los bordes del vidrio inferior .

Voilâ!

Por supuesto, como bien dijo don José Piñera, todo es perfectible, hasta la Capilla Sixtina. Se podrían modificar varias cosas: el tipo de pallet, el tipo de vidrio, el grosor de estos, colocar más escuadras con fines estéticos, etc. Aquí es donde entrará en juego la inventiva de cada uno. Más que mal, esta mesa se construyó sobre la marcha y de forma totalmente improvisada, nada más inspirado por la existencia de un pallet bonito previamente guardado y la necesidad de tener donde dejar algunos libros, revistas, el café y los pies.