Skip to content

Un blog de fotografía y una historia melancólica que valen la pena

Tratándose de la fotografía, si hay algo que abunda hoy en los blogs, un medio de por sí plagado de ruido y superficialidad (muchas veces incluso con artículos generados por bots), es precisamente un aire de ruido y excesiva superficialidad.

Todos sabemos a lo que nos enfrentamos: sitios aburridísimos que honran el consumismo y el circlejerk de la tecnología, donde lo importante no son las historias humanas frente y detrás del lente, si no cuál es el último modelo de Fujifilm y cuántos megapixeles tiene.

Por eso me ha complacido tanto descubrir “35mmc”, un sitio que sí, tiene también una cuota —parece que hoy obligatoria— de aquello, con su dosis de tecnicismo, reviews y whatnots. Sin embargo, y esto es lo que me llama la atención, cuenta también con una riquísima y poblada sección denominada “theory & reflections“, en la que tanto miembros del reducido equipo como fotógrafos invitados hablan de las cosas que realmente importan.

Como me gusta decir a mí: filosofía de la fotografía.

Recomiendo encarecidamente a cualquier fotógrafo echar un vistazo al sitio y muy especialmente a dicha sección, la que cuenta con una extensísima lista de posts bien escritos, llenos de reflexiones e historias personales.

Foto de Gerard Exupery.

Precisamente en este último contexto, y siempre dentro de 35mmc, es que me permito también compartir uno de los mejores a la vez que más tristes relatos personales que he leído en el último tiempo; una historia de desamor de muchos años atrás con la que, creo, muchos podrían llegar a sentirse identificados.

Porque bien sabemos que el arrepentimiento eterno, por no haber dicho o hecho en ese entonces lo que ahora pensamos que había que decir o hacer, es una fuerza poderosa. Y si encima hay una serie de fotografías con literalmente décadas a cuestas, con los ojos de una mujer mirándote directamente y retrotrayéndote a una época evaporada, supongo que podemos volver a ponernos de acuerdo acerca de la importancia de este arte, por qué da lo mismo que una foto no esté perfectamente enfocada, y por qué, supongo, hacemos lo que hacemos.

Con ustedes, “Rebecca“, de Gerard Exupery.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *