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cultura

La literatura nos defiende contra la frustración, el fracaso y la mediocridad

En las muy elogiosas y justificadas reseñas al reciente libro de Santiago Muñoz Machado se dice que se trata de una nueva biografía de Cervantes. No hay tal cosa. En el libro se analizan las más importantes biografías de Cervantes, con sus aciertos y sus fallas, y, por ejemplo, Muñoz Machado es mucho más severo con Américo Castro –El pensamiento de Cervantes– de lo que lo fueron los expertos que […] se atrevieron a criticarlo.


Si el Covid no lo hubiera impedido, la primera pregunta que le habría hecho al director de la Academia Española, en el diálogo que hubiéramos tenido, sería: “¿Lo planeaste así desde el principio? ¿Leer esos centenares, acaso millares de libros, para tener una idea clara de cómo y dónde nació el Quijote?”. Porque lo más extraordinario del Cervantes de Muñoz Machado es que parece haber sido planeado para toda una vida de averiguaciones y lecturas, un trabajo de biblioteca interminable, a fin de saber en qué sociedad y de qué modo surgió ese libro que, casi de inmediato, deslumbró a Europa. No creo que haya un trabajo parecido por muchos años, capaz de equipararse con este análisis en el que prácticamente todas las manifestaciones de la sociedad española comparecen para explicarnos en qué mundo y con qué objetivos nació el Quijote.


No exagero nada. El lector de este libro de más de mil páginas –y más de doscientas de notas bibliográficas– puede averiguarlo todo: el aparato legal que reinaba en España mientras Cervantes escribía las aventuras del Quijote, y las fiestas populares, la extensión de la brujería, la vida cultural en todas sus manifestaciones, y, por supuesto, los enredos y crímenes de la Inquisición, así como la vida culta, de pintores, comediantes, actores y artistas, y la vida militar, a la sombra de la corona. Todo está allí, pormenorizado y expuesto, con lujo de detalles, y narrado con ese lenguaje sencillo, claro, sin asperezas ni violencias, de Santiago Muñoz Machado, tan cauto que parece hablar al oído de las personas.

Mario Vargas Llosa en La Nación

Interesante…